El triatlón debe
estar a nuestro servicio. Nunca puede ser él quien dirija nuestra
vida. Para evitar esa perdida de control y de libertad (hasta
económica) podemos utilizar la teoría de pecados y virtudes
capitales.
El primero en esta
lista es la lujuria, el exceso o demasía en el entrenamiento,
en las competiciones, en los retos. Desmedido y ciego el lujurioso
triatleta ha olvidado todo lo que hay en la vida y solo hay triatlón.
Todo parece poco, siempre más y más. Ocupa su tiempo en entrenar
demasiado, buscar en Internet todo lo relacionado con el triatlón,
en escribir demasiado en el wasap sobre triatlón y sobre todo
dedicar demasiado tiempo a pensar en triatlón. En realidad todas las
lujurias intentan llegar a llenarlo todo. Frente a ella la castidad
triatlética es la exquisita corrección al elegir un plan de
entrenamiento y unas competiciones que te satisfagan y te dejen a la
vez deseo de seguir haciendo triatlón y que te permitan vivir tu
vida.
La gula es
el exceso en la compra de material y la búsqueda constante de lo que
podemos llamar “lo mejor de lo mejor he de tenerlo yo”. En
realidad “solo” necesitamos unas gafas, un gorro, un bañador, un
mono , una bici, botas y casco, unas zapatillas y un pantalón de
correr con una camiseta. Es el deporte de los trastos. Pero empezamos
a acumular material ; dos o tres bicis, seis pares de zapatillas de
correr y tres de montar en bici...trastos y trastos y lo peor de todo
una sensación de que nos falta siempre algo. Siempre podemos
comprarnos otro mono, otros bañador, otro, otro, otro... El problema
empieza cuando piensas que cada una esa de esas cosas te va a hacer
mejor triatleta. Es una especie de simonía y por ello de avaricia.
Una bici mejor serian 65” menos en una sprint y un casco de pico me
adelantaría 2 puestos en un medio Ironman. Creemos comprar al
cronometro con dinero y nunca tenemos bastante. Son autoengaños para
sostener la avaricia. Frente a ellas, la templanza (Moderación
en la compra y uso de materiales. Una bici que tiene 600g menos de
peso la podías obtener con la que tenias antes y perdiendo tu los
600g) y la generosidad que tiene cauces enormes en un sociedad
sin animo de lucro, como es la nuestra, y por ello es fácil de
alcanzar.
Calificar a un
triatleta de perezoso es ridículo. Pero una conducta que no utilice
todo lo que sabe o lo que le enseñan para llegar a ser el mejor
posible debido a las dificultades de atención y concentración que
eso le supone, sería pereza. No estoy hablando de cantidad
sino de cualidad. Se hacen las cosas , pero uno sabe que lo hace mal
y si hubiera que elegir una idea que lo resumiera seria “sin
pasión”. Se entra el último en la piscina, se deja la mitad del
enfriamiento, se va arrastras de todo y lo peor es que se ha gastado
el tiempo y el esfuerzo y se podía haber hecho bien . Y no se ha
hecho. A veces decides compensar haciendo otro entrenamiento o el
siguiente más rápido... Esta actitud lleva a la tristeza ya que tú
sabes que no debería ser así y comienza a crecerte en el corazón
pereza ,desgana y aburrimiento por el triatlón. Es pecado capital la
pereza que te quita la alegría profunda. Pregúntate: ¿hay razones
para esta falta de motivación? ¿qué estoy haciendo mal? Puede que
las razones estén en lo que esperas del triatlón y que estés
buscando algo que tienes que hacer tú y que nadie te va a dar . La
diligencia es entusiasmo, claridad de metas y alegría del
corazón
Envidia ( va
tan amarilla y flaca ya que muerde y no come) ¿Como pueden nadar,
pedalear y correr esos y esas más que yo? Ante esta pregunta a veces
deseamos: que no anden, que no entrenen, que no compitan. La envidia
nos corroe por dentro. La adoración a los grandes triatletas, el
exceso de seguimiento también es envidia escondida en admiración.
Dices que ellos son muy grandes y te llevan mucha ventaja pero no es
por sus méritos si no por un don divino que tú no has recibido. La
solución contra este pecado, enormemente extendido, pasa por una
especial amistad que debemos aprender a desarrollar con otros
triatletas. Se trata de ver en ellos aquello que te une, lo que
tienes igual. Sudar sudamos todos. A todos nos duele algo. Y todos
soñamos con mejorar. Campeones de nuestra escalera nos une casi
todo: novecientas noventa y nueve de mil cosas Mira a los otros
triatletas como un ejercito que te ayuda a lograr tus objetivos. Si
no lo haces, la envidia te comerá a ti mismo.
La ira violenta
es pecado poco frecuente en triatlón. No hay lucha cuerpo a cuerpo.
Y sólo en el agua nos tocamos y golpeamos y suponemos que es
fortuitamente. No he visto nunca una explosión de ira en un triatlón
entre los participantes. Si se da entre algunos padres y sus hijos
triatletas a los que desprecian públicamente verbalmente. La de baja
intensidad si se da . La ira es contra los jueces, los organizadores
o el propio material. Y suele ser por un exceso en la bondad y la
excelencia que se espera en la actuación de esos estamentos. Las
competiciones por equipos tienen en la ira interna entre los colegas
su problema ya que solemos esperar mucho de los otros y exigirnos
poco a nosotros. Y hay quien mantiene un constante dialogo de queja
de personas, situaciones y actuaciones. La delicada y siempre dulce
paciencia es un bálsamo mucho más eficaz que el de Fierabrás
en estos casos. Y conviene aplicarla a estos irascibles suaves.
La soberbia es
considerado el original y más serio de los pecados capitales, y de
hecho, es la principal fuente de la que derivan los otros. Es
identificado como un deseo por ser más importante o atractivo que
los demás. El soberbio cree que es mejor o que puede llegar a serlo
si se pone, deseando ser visto, considerado, admirado, estimado,
honrado, alabado y halagado por los demás. El problema para el
soberbio son las listas de clasificaciones que ahora mismo son
inmediatas y que ponen a cada uno en su sitio. Difícilmente se
rebaja o pide perdón. La humildad como virtud consiste en el
conocimiento de las propias limitaciones y debilidades, como VO 2 Max
bajo, poca constancia y disciplina en los entrenamientos y cosas de
este estilo. Se aplica a la persona que tiene la capacidad de restar
importancia a los propios logros y virtudes y de reconocer sus
defectos y errores.
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